Bond
Atravesó rápidamente la estancia. Al llegar al otro extremo, miró a ambos lados, asegurándose que estaba completamente solo. Mejor. Este es el tipo de cosas que prefieren hacerse sin testigos.
Entró en la habitación. Encendió la luz y cerro la puerta en el mismo movimiento. A continuación, sigiloso, echó el pestillo. Hay que evitar sorpresas.
Respiró hondo, se frotó las manos y se sentó, dispuesto a concentrarse en su tarea. De soslayo vió su figura reflejada en múltiples superficies. Un sitio elegante, pensó. Se preguntó cuánta gente habría estado ahí sentada antes que él. Qué pensarían. Qué hicieron despues.
El tema se complicaba. No iba a ser tan fácil como tenía pensado en un principio, así que tendría que esforzarse. Frunció el ceño, respiró hondo y lo intentó otra vez.
Nada. No era su día, no estaba en forma, o cualquier otra de las mil excusas que pueden ponerse ante una situación así. Hay que aceptar las limitaciones de cada cual para saber perfeccionarlas.
Estaba dispuesto a abandonar y reintentarlo mas tarde. Seguir insistiendo sería tentar a la suerte y era mejor no arriesgarse. Pero cuando ya estaba a punto de levantarse... ¿qué es eso?... sí!... parece que se está abriendo...
Por fin. Un leve sudor frío de satisfacción recorrió su nuca tras constatar el deber cumplido. Finalmente había salido todo. Ya era hora.
Una vez relajado, tiró de la cadena y se lavó las manos. Tenían razón, esas ciruelas eran absolutamente criminales...
Entró en la habitación. Encendió la luz y cerro la puerta en el mismo movimiento. A continuación, sigiloso, echó el pestillo. Hay que evitar sorpresas.
Respiró hondo, se frotó las manos y se sentó, dispuesto a concentrarse en su tarea. De soslayo vió su figura reflejada en múltiples superficies. Un sitio elegante, pensó. Se preguntó cuánta gente habría estado ahí sentada antes que él. Qué pensarían. Qué hicieron despues.
El tema se complicaba. No iba a ser tan fácil como tenía pensado en un principio, así que tendría que esforzarse. Frunció el ceño, respiró hondo y lo intentó otra vez.
Nada. No era su día, no estaba en forma, o cualquier otra de las mil excusas que pueden ponerse ante una situación así. Hay que aceptar las limitaciones de cada cual para saber perfeccionarlas.
Estaba dispuesto a abandonar y reintentarlo mas tarde. Seguir insistiendo sería tentar a la suerte y era mejor no arriesgarse. Pero cuando ya estaba a punto de levantarse... ¿qué es eso?... sí!... parece que se está abriendo...
Por fin. Un leve sudor frío de satisfacción recorrió su nuca tras constatar el deber cumplido. Finalmente había salido todo. Ya era hora.
Una vez relajado, tiró de la cadena y se lavó las manos. Tenían razón, esas ciruelas eran absolutamente criminales...
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