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domingo, 27 de marzo de 2011

Quini

Nota previa: Este post tenía planeado ser escrito y publicado el pasado viernes 25 de abril. Sin embargo, un imprevisto infantil (que por suerte no ha llegado a mayores) ha hecho que se me olvidara el tema. Y es que la infancia y la placided son inmiscibles, oiga...

Un 25 de abril de hace ya 30 años, estábamos tranquilamente en casa cuando nos perturbó un sinfin de sirenas policiales, ambulancias, bomberos, y hasta algún mimo. A asomarnos al balcón a ver qué pasaba, vimos efectivamente un montón de luces parpadeantes que se reflejaban en una calle cercana. Y así nos quedamos. Al día siguiente mi padre nos comentaba la gran noticia que había sucedido al ladico mismo de casa. ¡Habían liberado a Quini!.

En ese momento, lancé a mi padre la primera de las muchas que reflejaban mi compromiso con el balompié... "Pero... ¿es que lo habían secuestrado?...". Contra lo que pudiera parecer, la sorpresa de mi padre no fue el constatar que desconocía la suerte que llevaba corriendo el jugador desde hacía casi un mes, sino que... ¡leñe, al menos sabía quien era! :)

Y fíjate, que por un instante en las cercanías de mi casa se fraguaba la noticia de la temporada. Creo que ya no volvimos a ser centro de atención hasta que hace dos o tres años cayó parte del Gordo de Navidad en las cercanías del barrio (lo que estadísticamente significa que ya puedo dejar de jugar para siempre con la seguridad de que nunca volverá a acercarse en los próximos 50 años :P).

Y así fueron las cosas. El mundo siguió girando y maniobró de tal forma que hizo lo necesario para que yo pudiera contarlo ahora 30 años después. ¡Chúpate esa, serendipia!