Parias de la tierra

En el momento de escribir estas líneas aun desconozco si la convocatoria de huelga que hay programada para este miércoles, sigue o no adelante. En cualquier caso, se está produciendo lo que es la forma más básica de la lucha de clases. Empresarios contra trabajadores, los de arriba contra los de abajo. En definitiva, los de siempre contra los de siempre.

Y no somos pocos los que pensamos que en la actual coyuntura económica (que profeshionás me ha quedado la frase ¿eh?) una huelga como tal no solo va a ser poco perjudicial para el empresariado patrio, sino que algunos puede que celebren y aplaudan la posibilidad de poder cerrar el negocio un día a gastos pagados. Y eso es algo que los sindicatos ya suponen e incluso asumen: Lo importante no es tanto la jornada de huelga, sino la movilización y protesta posterior que se hará esa misma tarde frente a la sede de la federación del metal. Sabemos que un día es poco mas que anecdótico, pero hay que dejar claro que esto es solo un ejemplo. Que acabándose el décimo mes del año, aun no se han firmado casi el 80% de los convenios que tendrían que haberse renovado ya a principios de 2009. Todos achacan la falta de entendimiento a la crisis que nos sobrevuela, pero no son pocos los empresarios que llegan en su Audi a las reuniones. No digo que tengan que vender el coche para subirnos el sueldo, respeto la propiedad privada si se consigue legítimamente, pero si hay que apretarse el cinturón, nos lo apretamos todos. Y los primeros, los que han causado este caos en el que ahora nos movemos.

Pero claro, luego está uno trabajando, intentando conciliar su vida familiar y sindical, y se le hunden los ánimos cuando escucha cosas como…

Por favor, una huelga contra los empresarios, encima que nos dan trabajo… ¡Si al menos fuera contra el gobierno…!

Y claro, no queda más que asumir que hay gente que tiene sus ideas muy claras para bien o para mal, y que con esas personas pocos beneficios obtendremos los obreros vulgaris. En cualquier caso, la única cosa peor que hacer poco, es no hacer nada, así que ahí estaremos. Y mas adelante, cuando mis hijos me pregunten si aceptamos barco aquel día en que los empresarios nos quisieron apretar un poquito las tuercas, siempre podré decir que yo, al menos, no.