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Seguro que tienes algo mejor que hacer...

martes, 14 de febrero de 2012

A tiro

Llevaba prácticamente inmóvil unos 20 minutos. Lo tenía enfilado, pero todavía sin una línea de tiro clara como para arriesgarse a delatar su posición. Malditas cafeterías con terraza cubierta... pero no tenía prisa. Era su objetivo y no pensaba perderlo. Nunca perdía uno.

Al fin parece que se despide de quien fuera con quien estuviera charlando. Se levanta, se desplaza ligeramente... ¡bingo!. La silueta de su perfil aparece completa en la mira telescópica. Es el momento.

Usando la gradación de la mira calcula la distancia. Unos 485 metros. Eso no es nada... ha tenido objetivos confirmados a mas de kilómetro y medio (bueno, todos sus objetivos han sido confirmados). Pero la corbata se mueve ligeramente... eso significa que hace viento. Las ondulaciones de un mantel cercano lo confirman. Hacia la derecha. Aproximadamente de 6km/h. No está tan lejos como para tener que considerar la influencia del efecto Coriolis en el disparo, ni siquiera la propia rotación de la tierra, que a veces pone las cosas difíciles... pero el viento es una variable a tener en cuenta. Podría ajustar el tiro un par de puntos a la izquierda, para corregir el arco descrito por el proyectil, pero prefiere no arriesgarse. Centra la retícula en el pecho del incauto, apoya suavemente el dedo en el gatillo, solo hasta sentir el contacto, y espera.

Solo han pasado seis segundos, aunque en ese estado de concentración máxima le ha parecido una pequeña eternidad. De repente la corbata, el mantel... dejan de moverse. El viento se ha detenido momentáneamente. No habrá otro instante mejor que este. Inconscientemente, el entrenamiento y la práctica de tantos y tantos años hacen su trabajo. El no se dio cuenta pero contuvo la respiración, y el dedo presionó ligeramente el gatillo del arma.

El disparo le sorprendió. Eso es bueno. Todos los tiradores insisten en lo esencial: el disparo debe sorprenderte a ti, no tú al disparo. Si aprietas el gatillo con fuerza, con mucha frecuencia el arma se desplaza ligeramente hacia abajo, con lo que la precisión desaparece al momento. En cambio, apretando el gatillo con suavidad llega el momento en que se desengancha el cierre del percutor y el disparo se efectúa mientras crees que aun podías presionarlo un poco más. Esos disparos son los buenos, ya que no has tenido oportunidad de sorprenderte y variar sin querer el dónde estás apuntando. El casquillo se elevó en el aire.

0.53 segundos después del disparo, la víctima recibió el impacto. Justo en el pecho. La velocidad inercial transferida a ese cuerpo lo empujó hacia atrás, girándolo ligeramente hacia la derecha. Un observador cercano habría pensado que le habían dado un fuerte puñetazo. Cayó al suelo en cámara lenta. En blanco y negro y con música incidental de clímax.

1.1 segundos después del impacto se escuchó una sorda detonación, a lo lejos. Todos los testigos del evento miraron en la misma dirección, pero no lograron detectar nada. Aunque todos habían visto suficientes películas para empezar a imaginar qué es lo que acababan de vivir, allí mismo.

La víctima intentó incorporarse pero lo máximo que llegó a hacer fue ponerse de rodillas, mientras las personas que lo rodeaban intentaban ayudarle pidiéndose mutuamente hueco para que pudiera respirar. Su rostro mostraba una expresión de absoluta sorpresa, pero también de algo, algo... que todavía no podía llegar a explicarse, pero que estaba ahí; saldría pronto...

Cupido, satisfecho por el trabajo realizado, sonreía mientras recogía competentemente el arma. Desde que cambió su viejo arco y flechas por un Barret M82, lo estaba disfrutando mucho, muchísimo más...