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miércoles, 23 de noviembre de 2016

Valor castrense

En los últimos días he contado esta anécdota militar a distintas personas, y se me ha ocurrido que es una historia tan buena (o mala) como cualquier otra para ponerla en el blog y así tenerlo más o menos vivo. Con lo que mientras hago acopio de fuerzas para el gran post sobre la mili que hace tiempo que llevo en mente (temblad, TEMBLAD), buenas son tortas.

En los tiempos en los que la aguerrida juventud de la patria marchaba hombro con hombro en la común defensa despAÑA!, cuando llegaba el final de tu vida útil el documento con el que se certificaba que ya habías cumplido el trámite era la Cartilla de Licenciamento, también conocida como "La blanca" (a ver si adivináis por qué)...


En ese documento se reflejaban las aptitudes mostradas por el militar saliente durante su periodo de servicio (vamos, "las notas"), y entre ellas se encontraba la que ahora nos ocupa: el valor.

En ese campo se indicaba si el interfecto había realizado alguna acción gallarda que demostrase que los tenía bien puestos. En ese caso, el valor se consideraba Acreditado. Pero teniendo en cuenta que ni estábamos en tiempo de guerra ni había tantas situaciones en las que uno pudiera (o quisiera) demostrar lo valiente que se es, a la mayoría se le ponía la respuesta estándar: Se le supone. Es decir, que a uno se le supone que tiene valor; no lo ha demostrado, pero confiamos en él.

En mis tiempos en el que el caqui is the new black, llegado el momento de mi inminente licenciamiento, me dije a mí mismo que no podía permitir que el ejército pensase que yo tenía alguna pizca de valor. Yo, cobarde convicto y confeso, iba a recibir una apreciación que no me merecía: "Se le supone".

Así que ni corto ni perezoso me presenté ante mi subteniente para decirle que gracias, pero que no era valiente. Que yo era cobarde. Y que en mi cartilla, en el concepto "Valor", debería reflejar la triste y gallinácea realidad. Y mi superior, agradeciendo mi sincera muestra de sinceridad, me dijo que de acuerdo.

Que de acuerdo, pero que al igual que el valor, la cobardía también debe ser acreditada. Así que o me licencio cuando me toca y dejamos que el valor se me suponga, o me quedo en el cuartel hasta que se produzca una situación en la que me haga caquita de forma pública y notoria, de forma que no habrá problemas en certificar mi cobardismo por parte de la Autoridad Competente. Ole.

Así que tras (no) meditarlo mucho, decidí licenciarme ya mismo y que ya habrá tiempo de contarle la verdad a las Fuerzas Armadas. Lo primero es lo primero, oye. Eso sí, como de repente se declare una guerra y me llamen a filas, alguien de la comandancia se va a llevar una sorpresa...

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