The Soundtrack Engine

Seguro que tienes algo mejor que hacer...

jueves, 5 de enero de 2012

Turno de noche

Terminó de ajustarse el traje de faena. Se abrochó el último botón, cogió la bolsa y cerró el armario. Su mujer lo estaba esperando.

- Bueno, pues tengo que irme. Si no llegaré con retraso.
- Ya... -contestó ella, con un leve gemido
- Creo que volveré tarde, así que no me esperes despierta.
- Ya... ¿te guardo algo de cena?...
- Casi mejor que no, tomaremos algo durante la ruta, así que no te molestes...
- Claro.
- ¿Te pasa algo? Has estado muy callada desde que he empezado a cambiarme.
- Nada.
- ¿Seguro?... Lo digo porque...
- ¿¡Por qué tienes que irte!? Así, de noche, con este frío, con esos compañeros tuyos raros...

Otra vez la discusión de siempre. Y no tenía pinta de variar del guión de los últimos cientos de veces...

- Cariño -dijo él, con voz suave- ya sabes como es esto. Mi disponibilidad debe ser absoluta, y...
- ¡Pero son ya tantas veces!... tantas... de verdad, quisiera creerte... que de verdad vas al trabajo.
- ¿Qué quieres decir? -comentó, sorprendido
- ¡Que seguro que esto lo haces para verte con otra! ¡Ya no me quieres más que para la cocina y la casa y los niños y...!

Empezó a sollozar, y él la cogió con gesto firme, tal vez algo rudo.
- Escucha -le dijo- creo que esto ya lo hemos discutido muchas veces. Sabes que cada cierto tiempo me toca el turno de irme. Y vuelvo al amanecer, y todo vuelve a ser normal. Ya sabías en qué consiste esto. Creo que no es justo que ahora me acuses de... de... ¡Por favor! ¿Pero tu piensas en la edad que tengo? Je! -de repente pensar en eso le hizo gracia- ... Gracias por tenerme en tan alta estima, mujer, pero en serio, estas salidas son únicamente profesionales, te lo aseguro.
- ¿De verdad? -preguntó con voz fingida incoente- ¿Me lo prometes?
- Siiii, de verdad -le dió un beso en la frente-. Ahora me tengo que ir. Volveré antes de lo que te esperas, ya lo verás... hasta luego...

Le dedicó una última sonrisa y cerró la puerta tras de sí. Al salir al exterior sus compañeros ya lo estaban esperando.

- ¡Vaya horas son estas! ¿Pero qué ha pasado?
- Nada, nada, mi mujer... Lo de todos los años, Gaspar...

Las coronadas cabezas hicieron un sincero gesto de simpatía por su compañero, animándolo. Se subieron a los camellos y comenzaron su ruta.