Viaje con nosotros (V)
Aquellos cuya vida personal sea tan pobre que llevan leyendo este blog desde sus inicios, y aun así no aprenden y vuelven una y otra vez :), recordarán que hace tiempo empecé a comentar acerca de un viaje de trabajo que en su día tuve que hacer a Alemania. Para aquellos que no saben de qué estoy hablando pero tienen curiosidad morbosa por mis tristes aventuras, sepan que mencioné cómo me enteré que tenía que irme de viaje y los preparativos previos, después os conté cómo llegué al aeropuerto, posteriormente os transmití mis sensaciones durante el vuelo a las germanias, y finalmente sermoneaba sobre el trayecto por carretera desde el aeropuerto hasta mi hotel. Bien, creo que siguiendo el ritmo de una entrada al año, me toca postear el siguiente capítulo.
Dejé la historia tras llegar al hotel. Su imponente mole empequeñecía mi ser mientras dudaba si realmente yo podía pasar ahí un par de noches; tenía la sensación de que iba a tener que pagar solo por mirarlo. Tras dejar el vehículo en posición de "sé que no puedo aparcar aquí, solo es un momento mientras pregunto", salí al exterior y dos sentimientos encontrados afloraron de golpe: primero, Soundtrack por favor cierra la boca y evita ese rictus de 'la ciudad no es para mí' que estás poniendo, que estamos en europa y estas dando el cante, leñe; segundo, descubrí que la diferencia de latitud no solo se notaba en que ahí arriba aumentaba la probabilidad de ser rubio, sino que la ropa de "aun no ha terminado el verano" quedaba muy bien en Zaragoza y tal vez en El Prat, pero aquí era, a todas luces, insuficiente.
Con la piel de gallina debido al golpe de frío, entré en el hall del hotel, donde sufrí una especie de síndrome de Stendhal. Creo que viajé en el tiempo a un Waldorf-Astoria del siglo XIX o así. Mis ojos, cegados entre tanto brillo dorado, medio alcanzaban a contemplar multitud de elementos decorativos cada cual mas caprichoso. Una enorme araña de luz colgaba del techo, con múltiples brazos chapados en oro que daban mas luz que las propias bombillas. En diferentes expositores a lo largo de la sala, ofrecíanse diversas joyas en los que no se indicaba el precio, bastaba con saber que estaban a su disposición. El patio principal disponía de diversas salitas adjuntas, algo mas recogidas, con mesas y sofás para quien quiera descansar un rato hablando con sus amistades, o para esperar a alguien mientras tomas un combinado del bar del hotel. Por supuesto, había un piano. En estos sitios DEBE haber un piano, pero nadie lo estaba haciendo sonar. Una vez asimilé tanta cantidad de lujo (para un chico de barrio, todo eso era lujo, qué pasa...), recordé que el coche todavía estaba fuera, y que fuera hacía frío así que mejor ir al grano.
Dejé la historia tras llegar al hotel. Su imponente mole empequeñecía mi ser mientras dudaba si realmente yo podía pasar ahí un par de noches; tenía la sensación de que iba a tener que pagar solo por mirarlo. Tras dejar el vehículo en posición de "sé que no puedo aparcar aquí, solo es un momento mientras pregunto", salí al exterior y dos sentimientos encontrados afloraron de golpe: primero, Soundtrack por favor cierra la boca y evita ese rictus de 'la ciudad no es para mí' que estás poniendo, que estamos en europa y estas dando el cante, leñe; segundo, descubrí que la diferencia de latitud no solo se notaba en que ahí arriba aumentaba la probabilidad de ser rubio, sino que la ropa de "aun no ha terminado el verano" quedaba muy bien en Zaragoza y tal vez en El Prat, pero aquí era, a todas luces, insuficiente.
Con la piel de gallina debido al golpe de frío, entré en el hall del hotel, donde sufrí una especie de síndrome de Stendhal. Creo que viajé en el tiempo a un Waldorf-Astoria del siglo XIX o así. Mis ojos, cegados entre tanto brillo dorado, medio alcanzaban a contemplar multitud de elementos decorativos cada cual mas caprichoso. Una enorme araña de luz colgaba del techo, con múltiples brazos chapados en oro que daban mas luz que las propias bombillas. En diferentes expositores a lo largo de la sala, ofrecíanse diversas joyas en los que no se indicaba el precio, bastaba con saber que estaban a su disposición. El patio principal disponía de diversas salitas adjuntas, algo mas recogidas, con mesas y sofás para quien quiera descansar un rato hablando con sus amistades, o para esperar a alguien mientras tomas un combinado del bar del hotel. Por supuesto, había un piano. En estos sitios DEBE haber un piano, pero nadie lo estaba haciendo sonar. Una vez asimilé tanta cantidad de lujo (para un chico de barrio, todo eso era lujo, qué pasa...), recordé que el coche todavía estaba fuera, y que fuera hacía frío así que mejor ir al grano.
Me acerqué al mostrador ignorando el escozor que producían mis pezones rozando la camisa, y disimulando con cara de "¿agujeros? yo no le he hecho ningun agujero a la ropa, se confunde" me dirigí al empleado que atentamente me miraba y esperaba que iniciase la conversación. Para todos aquellos que les da pereza, todas las conversaciones han sido traducidas :)
Me identifiqué como Soundtrack, y le hice ver que tenía una reserva a nombre de La Empresa Donde Trabajo. Una vez visto que efectivamente se me esperaba, me dieron una amable bienvenida y prepararon una serie de papeleo para firmar, la tarjeta de acceso a la habitación (nada de llaves) y se hacían cargo de que iba a necesitar una pequeña plaza de aparcamiento durante mi breve estancia. Entonces, y sin perder la compostura, es cuando el empleado me preguntó: -¿Me puede dar su tarjeta, señor?
¿Tarjeta?... inocente de mí, aun le pregunté si se refería a tarjeta de visita, para confirmar que era quien era y trabajo donde trabajo. Sin inmutarse me corrigió: -No señor, su tarjeta de crédito.
- ¿Tarjeta de crédito?... Ah, es para pagar por adelantado... vale, si. Verá, me han avisado del tema que aquí no hacen facturas, así que lo traigo en efectivo..
- No señor, disculpe. No aceptamos efectivo, solo con tarjeta de crédito.
- Pero... yo no uso tarjeta de crédito
- La tarjeta de la empresa, la que le hayan dado para los gastos del viaje.
- Er.... (el mostrador se hacía cada vez mas grande)... no me han dado tarjeta de empresa...
- Ah... (en ese momento ví como me decía "pringao" con la mirada)... no dispone de tarjeta de empresa (juraría que aunque no se una palabra de alemán, empezó a escribir "es pobre es pobre es pobre es pobre es pobre..." en todos sus papeles).
Humillado y sabiendo que estaba en un lugar que no me correspondía, y viendo que era la segunda vez en el mismo día que me hacían lo mismo (ya era la segunda vez que ponía pasta de mi propio bolsillo), se me ocurrió probar con la tarjeta del cajero. La mía, vamos, no de la empresa. Y claro, la aceptaron con sumo gusto... Eso sí, antes de soltarla (¿habeis visto alguna película de Leslie Nielsen?) hice que me dejase muy clarito lo que iba a pasar con ese dinero que iban a quitarme. La teoría era plausible: inicialmente no cobran, solo retienen ese dinero en la cuenta. Si la empresa finalmente paga como es debido, se libera de nuevo ese dinero y todos contentos. Si la empresa se pone tonta, pues te cogen la cantidad retenida, y luego te vas a quejar a la empresa, pero ellos ya han cobrado. Que genios son esos alemanes.
Así que acepté, qué remedio, con el dinero en metálico partiendose de risa.. Habría dormido en el coche, pero si tampoco puedo aparcarlo, lo mismo me da. Cuando firmé el justificante de retención, miré la cantidad que sujetaban. ¡Joer! ¡¡Trescientos y pico euros por solo dos noches de alojamiento y desayuno!! ¡Y entre semana!... Suerte tuve que el viaje fue a primeros de mes y aun no habian pasado el grueso de los gastos tras ingresar la nómina, que si no me veía de Hausweniger (sin techo, en alemán). Una vez formalizada la transacción, y luchando para que no se me notasen las lágrimas, me dieron todo el papeleo, mi número de habitación y el aparcamiento. Volví al coche, sin notar para nada el frío (bastante helado me había quedado ya), aparqué muy cómodamente, eso sí (la plaza, lo reconozco, era magnífica y justo en la entrada), saqué la maleta y volví al hotel.
Una vez dentro llamé al ascensor. Bajó, y pulsé el botón de mi piso, el 13, sin éxito. A la cuarta vez que intentaba darle me fijé en que realmente, ni siquiera era un botón. Antes de que tuviera tiempo de dar una escena digna de los mejores tiempos de Paco Martinez Soria entró un hombre con aspecto de ejecutivo, con un traje que dice "yo cobro mas en un mes que tú en dos años", y tras saludarme correctamente acercó su tarjeta de la habitación al lector de la botonera del ascensor. El chip RFID hizo el resto; se iluminó el destino elegido y el ascensor comenzó su marcha. Visto el procedimiento, acerqué mi propia tarjeta, con idéntico y gozoso resultado. Unos segundos despues de apearse mi acompañante, llegué a mi planta.
Y, sí, continuará... ;)
Me identifiqué como Soundtrack, y le hice ver que tenía una reserva a nombre de La Empresa Donde Trabajo. Una vez visto que efectivamente se me esperaba, me dieron una amable bienvenida y prepararon una serie de papeleo para firmar, la tarjeta de acceso a la habitación (nada de llaves) y se hacían cargo de que iba a necesitar una pequeña plaza de aparcamiento durante mi breve estancia. Entonces, y sin perder la compostura, es cuando el empleado me preguntó: -¿Me puede dar su tarjeta, señor?
¿Tarjeta?... inocente de mí, aun le pregunté si se refería a tarjeta de visita, para confirmar que era quien era y trabajo donde trabajo. Sin inmutarse me corrigió: -No señor, su tarjeta de crédito.
- ¿Tarjeta de crédito?... Ah, es para pagar por adelantado... vale, si. Verá, me han avisado del tema que aquí no hacen facturas, así que lo traigo en efectivo..
- No señor, disculpe. No aceptamos efectivo, solo con tarjeta de crédito.
- Pero... yo no uso tarjeta de crédito
- La tarjeta de la empresa, la que le hayan dado para los gastos del viaje.
- Er.... (el mostrador se hacía cada vez mas grande)... no me han dado tarjeta de empresa...
- Ah... (en ese momento ví como me decía "pringao" con la mirada)... no dispone de tarjeta de empresa (juraría que aunque no se una palabra de alemán, empezó a escribir "es pobre es pobre es pobre es pobre es pobre..." en todos sus papeles).
Humillado y sabiendo que estaba en un lugar que no me correspondía, y viendo que era la segunda vez en el mismo día que me hacían lo mismo (ya era la segunda vez que ponía pasta de mi propio bolsillo), se me ocurrió probar con la tarjeta del cajero. La mía, vamos, no de la empresa. Y claro, la aceptaron con sumo gusto... Eso sí, antes de soltarla (¿habeis visto alguna película de Leslie Nielsen?) hice que me dejase muy clarito lo que iba a pasar con ese dinero que iban a quitarme. La teoría era plausible: inicialmente no cobran, solo retienen ese dinero en la cuenta. Si la empresa finalmente paga como es debido, se libera de nuevo ese dinero y todos contentos. Si la empresa se pone tonta, pues te cogen la cantidad retenida, y luego te vas a quejar a la empresa, pero ellos ya han cobrado. Que genios son esos alemanes.
Así que acepté, qué remedio, con el dinero en metálico partiendose de risa.. Habría dormido en el coche, pero si tampoco puedo aparcarlo, lo mismo me da. Cuando firmé el justificante de retención, miré la cantidad que sujetaban. ¡Joer! ¡¡Trescientos y pico euros por solo dos noches de alojamiento y desayuno!! ¡Y entre semana!... Suerte tuve que el viaje fue a primeros de mes y aun no habian pasado el grueso de los gastos tras ingresar la nómina, que si no me veía de Hausweniger (sin techo, en alemán). Una vez formalizada la transacción, y luchando para que no se me notasen las lágrimas, me dieron todo el papeleo, mi número de habitación y el aparcamiento. Volví al coche, sin notar para nada el frío (bastante helado me había quedado ya), aparqué muy cómodamente, eso sí (la plaza, lo reconozco, era magnífica y justo en la entrada), saqué la maleta y volví al hotel.
Una vez dentro llamé al ascensor. Bajó, y pulsé el botón de mi piso, el 13, sin éxito. A la cuarta vez que intentaba darle me fijé en que realmente, ni siquiera era un botón. Antes de que tuviera tiempo de dar una escena digna de los mejores tiempos de Paco Martinez Soria entró un hombre con aspecto de ejecutivo, con un traje que dice "yo cobro mas en un mes que tú en dos años", y tras saludarme correctamente acercó su tarjeta de la habitación al lector de la botonera del ascensor. El chip RFID hizo el resto; se iluminó el destino elegido y el ascensor comenzó su marcha. Visto el procedimiento, acerqué mi propia tarjeta, con idéntico y gozoso resultado. Unos segundos despues de apearse mi acompañante, llegué a mi planta.
Y, sí, continuará... ;)
7 Comments:
At 10/8/09 19:15, CMQ said…
sigue, sigue... (hoy estoy poco inspirada en mis comentarios, prefiero leerte)
At 11/8/09 17:38, Soundtrack said…
Vaya con 'sigue sigue'... dame algo de tiempo, mujer, con la currada de post que me he plantado :)))) Al principio de todo he enlazado los primeros cuatro capítulos de la historia (este es el quinto) por si quieres enterarte de todo, pero te advierto que no son mas entretenidos, sencillamente mas antiguos...
:P
At 14/8/09 16:46, Anónimo said…
Wow Soundtrack
ya me imagino el dolor de entregar 300 Euros por una noche, yo me hubiera regresado al auto pero a dormir lejos de ese Hotel...
Me gusta tu forma de relatar, y ya hastacomentarios en Chino veo por ahi...
Te dejo un beso
Alana
At 18/8/09 02:20, Crematia Abysalfire said…
yo me voy a dormir bajo un puente!! que dolor de bolsillo madre! oye y que modernos estos alemanes no? con ascensor inteligente XD
At 18/8/09 12:52, Soundtrack said…
Alana, realmente eran por dos noches, pero aun así, me dolió mucho... pero claro, siendo el único sitio que tenía camas libres... buf, fue dificil :)))
Crematia!!! Cuanto tiempo sin leerte por aquí :). Pues no creas, había puentes a muy buen precio por ahí cerca, pero con eso de no saber alemán, pues no sabía donde dirigirme para formalizar el trato :P- Por otra parte, la empresa me juró que me devolvería los gastos extra, pero aun así, uno se queda con la mosca tras la oreja y tal... :)
Y muy modernos los ascensores, si señora. Y ya hace casi tres años de esta historia, pero aun me sigue sorprendiendo...
At 19/8/09 13:49, Crematia Abysalfire said…
jaja conste que aunque sea una vaga para comentar, leer te leo XDD.
Ya ves, yo me veo ahora mismo bajo un bonito puente en el centro de Granada, que tanto mi pareja como yo estamos en paro, y mis gatos no quieren trabajar!! los muy insolidarios ¬¬
At 25/8/09 11:44, Soundtrack said…
Je je, gracias, Crematia me quitas un peso de encima :))
¿Que tus gatos no quieren trabajar? ¿Será posible? Ponles a bailar con una correa al cuello en mitad de la calle, a ver si les echan algunas monedas y que sepan lo duro que es ganarse los friskies, ¡serán parásitos! :))
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