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domingo, 22 de enero de 2012

Despreocupada felicidad

Volviendo de dar paseo con la familia, entramos a nuestro edificio y, como tenemos últimamente por costumbre, usamos los dos ascensores. En uno de ellos entre mi dama con la silla de paseo y cualquier otro bártulo que nos toce acarrear. En el otro entro yo junto con ese par de criminales de guerra que me llaman "papá".

Al pulsar el botón que nos eleva hasta la altura deseada, observo que en la cerradura que da el acceso al garaje hay insertada una pequeña llave, de la que cuelga un llavero (hortera) con no menos de ocho llaves más, de diferentes clases y tamaños. Tras comprobar que, efectivamente, no hay ninguna cámara oculta, deduzco que alguien se ha dejado el llavero allí. Mis dotes deductivas me indican que la víctima se ha dejado las llaves tras bajar al garaje, ya que si hubiera subido del mismo, habría tenido que acordarse del llavero para abrir su puerta de casa, vamos...

Tras llegar arriba, lo medito unos instantes y considero que lo mejor no es dejar las llaves allí, sino cogerlas y dárselas al portero, para evitar incomodidades, cosa que hago. Cuando se las entrego al conserje y le explico lo sucedido me dice con voz cómplice "creo que sé quién las ha perdido".

Efectivamente, el día despues me comunica la feliz noticia: las llaves han sido devueltas a su legítimo dueño. Cuando le pregunté cómo lo sabía me dijo que ese era el tercer juego de llaves que perdía, pero el primero que recuperaba. De hecho, cuando se las devolvió ya estaba haciendo los trámites para volver a obtener un cuarto juego.

Creo sinceramente y sin duda alguna que ese hombre es feliz. Así, en general, sin entrar al detalle. Alguien que es capaz de despreocuparse tan sobriamente de algo tan, digamos, peculiar como las llaves para poder entrar en tu casa, es porque realmente no tiene preocupación alguna en su existencia. Si pierdes la cartera o la documentación, bueno, es una faena, pero puedes regresar a casa y dormir esa noche bajo techo. Si pierdes las llaves, la vuelta te puede salir más cara, me temo. Así que igual se puede crear un nuevo indicador de felicidad personal según el nivel de cuidado que se dedique al llavero de cada uno... lo propondré a la comisión de los Nobel :)
En fin, no sé si esta entrada la he escrito con estupefacta curiosidad... o sencillamente con poco estudiada envidia :P