Ancho de banda

El pasado domingo tuve la obligación moral de asistir a una comunión. El primogénito de unos amigos degustaba la Carne de Nuestro Señor junto a un nutrido grupo de compañeros de su colegio (los muy caníbales), y después se nos invitaba a comer (a 35km. de la capital!!) supongo que por alguna de estas dos razones:
A - Como agradecimiento por aguantar el palizón yendo solo con el desayuno en el cuerpo
B - Porque la Carne de Cristo es como la cocina de autor: raciones muy pequeñas que no llenan nada

El caso es que a semejante evento no se podía ir de manera informal, incluso yo mismo consideraba que no era correcto aparecer en chándal. Pero resulta que unos pantalones vaqueros y una camiseta del gorila maguila no era suficiente para mi Dama, y tampoco me dejaba ir de Jedi. Así que armado de paciencia y resignación caí en lo típico: el traje. Qué le vamos a hacer, son amigos y hay que cumplir con lo que se espera de nosotros (aunque en casos como estos me da por pensar que eso de la amistad está sobrevalorada hoy en día)...

Así que mi Dama se había marchado antes para recibir de Maligna Cuñada una sesión gratuita de peluquería y maquillaje (¡¡¿pero así como vamos a salir de la crisis?!!), mi chaval ya estaba vestido y se dedicaba a perseguir a los gatos con una especie de camión de bomberos, así que ya disponía del tiempo justo y necesario para acicalarme. Tengo dos trajes porque para mi boda me impidieron que fuera vestido con "el de siempre", a pesar de mis quejas y lamentos, así que encima tuve que elegir cual ponerme (cosa que no habría pasado si hubiera tenido uno y solo uno). Tras tener en cuenta la previsión meteorológica para el día de autos, el tipo de paño de cada traje, su grosor, color y textura, al final me decanté por la percha que era mas fácil de desenvolver (¡malditas bolsas protectoras!)

Con los tiempos bien medidos, me dispuse a cubrir mis vergüenzas. Nada nuevo. Nada incierto. Nada imprevisto. Nada... nada... joer, ¡no me cabe nada!...

Esto sí que era una incidencia. ¡El pantalón no era capaz de cerrarme el perímetro barriguil! Esto no podía estar pasando... Vale, ese traje igual me lo compré hace mas de quince años, pero nunca había tenido este problema!... Como estoy entrenado para actuar en situaciones bajo presión, y de repente el reloj se hizo mucho, mucho mas grande, descarté esa prenda y saqué el segundo traje, el de la boda. Rápidamente me volví a poner el pantalón y...... ¡¡tampoco!!... Pero bueno, esto ya empezaba a ser preocupante... Piensa, Soundtrack, piensa... has salido de cosas peores... recuerda lo de Vietnam... recuerda lo de Perejil.... recuerda Eurovisión.... ¡Sí! Ahora recuerdo, tengo un pantalón que no es vaquero, sino de una tela diferente, y que podría pasar por algo elegante usando la chaqueta del traje. Así que rebusco en el armario y lo encuentro. No me preocupan ni sus arrugas ni su aroma a antipolillas, diré que es de diseño y ya está. Rápido Soundtrack, póntelo, pónseloooooo...... ¡Maldita sea! ¡¡Tampoco!!.

Ya no quedaban mas cartuchos. Solo esos tres pantalones que no me caben. Podría ir con las piernas al aire, pero siendo una ceremonia católica igual luego me afeaban la conducta. Sin pensar en lo sus compañeros que podrían hacerle al hijo de mis amigos, claro. Así que, deformaciones profesionales aparte, y usando el método empírico del ensayo y error, volví a probarme los tres, y me puse aquel con el que tenía que meter menos la tripa. No podía hacer otra cosa. Menos mal que llevaba un cinturón que aseguraba que en el peor de los casos no reventarían los botones, con dramáticas consecuencias... Así que con dificultades para respirar, y con una opresión algo preocupante en el bajo vientre, pude salir vestido de casa. Pero veamos el lado positivo! Me había quedado una cinturita y un tipín que era la envidia del grupo!!! Si los sacerdotes no me quitaban ojo de encima!!!... espera.... ¿a mí o a mi hijo?... bueno, no importa; el caso es marcar estilo.

Al final aun pude aguantar la ceremonia mejor de lo que pensaba. Vale, el repetido uso de canciones muy (muy) conocidas al que cambiaban la letra para cantar sencillotas loas a Nuestro Señor me hizo pensar si habían pagado las preceptivas tasas a la $GAE correspondiente, los muy ladinos (vale, reconozco que en este blog eso se ha hecho infinidad de veces, a cada cual mas burda, pero también es cierto que una sola de esas celebraciones tiene mas audiencia que este site, así que no me comparéis); y también reconozco que quizás la casi hora y media de misa se me antojó un pelín excesiva (caprichoso que es uno), pero sobrevivimos, que es lo importante.

Y la opresión ventral no me impidió conducir los 35km hasta el lugar donde se ofrecía el ágape. Incluso me permitió adoptar mis poses mas sugerentes para las fotografías de rigor. Muchas fotografías. Tantas fotografías y tantas exhibiciones. Tantas, que cuando mas tarde me di cuenta de algo, empecé a preguntarme si esa jornada se iba a recordar únicamente por ser la comunión del chaval, o habría otra cosa cuyo recuerdo lo acompañaría por siempre.

Algo que empecé a preguntarme cuando, tarde ya, me di cuenta que la presión interior había hecho que la cremallera se me bajara una y otra vez...