Aquel día

Es la una menos veinte de la madrugada. Hace exactamente seis años, en una noche de jueves a viernes como esta, mi Dama y yó estábamos en el sofá viendo la tele. Ella veía 'Cuéntame', y yo sencillamente la acompañaba sentado, pero sin prestar atención al tubo catódico.

Terminó el capítulo y nos dispusimos a ir a la cama. Sin embargo al levantarse mi Dama observó una pequeña mancha húmeda, de color rosáceo, en la zona donde estaba sentada. Como salió de cuentas cuatro días antes, se nos activó el modo Prevengan. Una breve visita al cuarto de baño confirmó que efectivamente, la pérdida había salido de ella.

Llamada a urgencias para consultar si valía la pena ponerse en marcha o solo era una falsa alarma. Nó, no tiene molestias. Sí, si ha perdido algo de líquido. No, evidentemente esto no ha sido romper aguas. Bueno, si bien no hay motivos para alarmarse, recomiendan ir a urgencias solo por si acaso, no fuese a existir una fisura en la bolsa de la placenta, y pudiese entrar una infección. Pero poco más, ¿eh?.

Evidentemente esos no eran nuestros planes, pero como lo primero es lo primero, nos vestimos y llamamos a un taxi. Tras un breve debate, decidimos llevarnos la bolsa de batalla, por si acaso, aunque seguro que la volveríamos a traer una hora despues...

Bajamos y llega el taxi. Nos subimos, y cuando el conductor se vuelve para preguntarnos el destino vé por primera vez la imagen: pasadas la una de la madrugada, una mujer en avanzado estado de gestación, su compañero ayudándola, y una bolsa que evidentemente no es de deporte. La viva imagen de una película de Alfredo Landa.

Evidentemente no hizo falta decirle dónde íbamos. Con la tez lívida, lo único que dijo con su voz temblorosa fue: "Pero... entonces... ¿hay prisa?...". Se alivió cuando le dijimos que no, que era solo un porsiaca. Deseándonos suerte al final del trayecto, llegamos a Urgencias de Maternidad.

Pedimos turno y finalmente entramos. Mi Dama está nerviosa pero sin molestia alguna. La médico le hace una serie de preguntas sobre el embarazo, pero la pérdida inicialmente no tenía por qué significar nada, sobre todo si era leve. Estuvieron unos cinco minutos dialogando sobre si esa pérdida era o no era leve, sin llegar a nada decisivo. Por resumirle la situación previa a la doctora, ya que la cosa no iba a más, decidí intervenir y le confirmé que efectivamente la pérdida había sido leve pero escandalosilla. ¿A qué se refiere?, me dijo. Muy sencillo, en términos de cantidad ha sido poco, aunque le ha atravesado la ropa interior, el pantalón del pijama y nos ha dejado una mancha en el sofá. Nos asustó cuando de repente se incorpora con una inmensa sonrisa y casi grita "¡¡¡ESO ES LO QUE QUERÍA OIR!!!"

La examina, sabiendo ahora lo que tenía que examinar, y sin disimulo nos quita la idea de volver a casa a pasar la noche. El proceso de parto ha comenzado. Joer. Y encima yo no fumo...

Lo que pasó después se queda entre mi Dama y yó. Sobre todo ella, que se llevó la peor parte. Pero finalmente, poco despues de las dos y media de la tarde de ese viernes 24 de diciembre, nació mi primogénito. El día de Nochebuena. Nació el niño. Y aun me emociono mientras lo recuerdo para escribir este post.

Seis años ya. Como pasa el tiempo. Miro hacia atrás y no puedo creer que esa cantidad de recuerdos quepa en apenas ese instante que ha sucedido desde entonces hasta ahora. Ese parpadeo desde su primer llanto, hasta el primer llanto de su hermana pequeña, nacida este mismo año. No somos más que polvo de estrellas en una pálida mota azul, pero lo que somos, es algo maravilloso.

Si alguna vez un ser superior me preguntara por una sola cosa buena que hubiera hecho en la vida, sé que tengo la respuesta.