Ritorno al laboro

Pues ya está. Se han terminado las vacaciones correspondientes al periodo estival, y he vuelto a la faena. Y, por supuesto, con la mesa llena de papeles, el correo electrónico lleno de mensajes y, curiosamente, con trabajo que había que entregar ayer mismo. Vamos, ni siquiera hay tiempo para la depresión post-vacacional, esa que tanto hace por nosotros y a la que tanto debemos...

- Pelaez, ¿ha terminado el informe que le pedí?

- Pues aun no lo he tocado jefe, ya sabe, la depresión y todo eso...

- ¿Depresión? ¡Pero si lleva mas de dos horas en la cafetería!

- ¿Lo vé, jefe?, Y ni aun así se me pasa...

Aunque esto de la depresión post-vacacional, el veraneo, el Mal del Chiringuito y todo eso son consecuencias de los modernos tiempos en los que vivimos... ¿Sabeis quienes no tenían esos problemas ni complicaciones?. Los siervos de la gleba, por ejemplo. Ya sabeis, los campesinos que trabajaban las tierras de los señores feudales a cambio de nada, y eran tratados como meros objetos, vendidos y comprados junto con la tierra que cultibaban. Vamos, como no tenían vacaciones ni fiestas de guardar, la preocupación de la depre no existía. De hecho, su única preocupación era el tener para comer, pero quitando eso, ni preocuparse por el paro, ni la universidad, ni que no me baja la regla, ni nada, vamos...

Y tampoco era trabajar todos los días de sol a sol, los domingos tenían un par de horas libres para ir a misa. Cierto que con el escaso nivel cultural de la época, y el hecho de que las misas eran en latin culto (con algo de acento del norte, creo recordar), algunos labriegos preferían quedarse preparando la tierra para la siembra de la habichuela castellana o de la algarroba común, fuente de energía y base nutricional de la época. Es por eso que al final el ir a misa era obligatorio, porque claro, en mitad de Oficio se veían varios bancos vacíos y quedaba mal. ¿A quien sermoneo yo ahora?.

Y eso que el campesinado aun tenía alguna alegría de vez en cuando. Gracias al derecho de pernada, las mujeres podían pasar una noche con el noble de turno, a ver si merece la pena seguir siendo esclavizadas por él. claro que con los hábitos de higiene de la época, era mas que habitual que el noble contestara "que venga tu esposo, que está mas limpio" o el mas común "¿y no te apetece mejor un parchís?".

Buenooo, cuánto podríamos aprender de los tiempos pasados... pero verás ahora mismo no puedo, he de ir a trabajar...