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martes, 4 de marzo de 2008

Sana juventud

Hace poco os comenté la sorpresa que me llevé al ver a unos jóvenes en edad de merecer comprando una serie de bebidas en un supermercado que pueden servir como aperitivo mientras ven el Barrio Sésamo. Pues hoy he vuelto a recobrar mi fé en la adolescencia autodestructiva e inconsciente. Me explico:

Al lado de mi casa pasa un pequeño río que desemboca en el Ebro. Encima de ese río hay un puente por el que peatones y tráfico rodado acceden al resto de Zaragoza (al menos al resto que está al otro lado). Y debajo del puente... bueno, pues es un refugio discretito para toda actividad inocentemente ilegal :-)...

Pues andaba yo de paseo con mi heredero, y ví en la ribera del citado riachuelo a un grupo de estre 10 y 15 quinceañeros, ligeramente exaltados, que parecían hablar a gritos. Por mi acera ví a dos o tres personas que no evitaban mirar fijamente la escena, mientras que una de las mozalbetas abandonaba la escena visiblemente disgustada.

Al acercarme ví el motivo de su angustia. En medio del grupo de Bigotillo y Espinillo se encontraba un joven, tumbado en el suelo, inmóvil. Su sereno rostro y espasmos eventuales eran sospechosamente indicadores de un coma etílico.

Mientras los chavales que estaban a su alrededor intentaban reanimarlo, una de las chicas que estaba mas alejada empezó a gritar a los curiosos. "¿Pero vosotros qué mirais?... Joer cuanto cotilla hay en este barrio!!!". A lo que a lo lejos se oía la respuesta de la chica que se fué al principio: "¡Tía, callate!". Los adultos que miraban la escena, no supieron responder tan sinceramente.

Como la marioneta que antaño era un sano chavalote no reaccionaba, lo cogieron entre tres como si fuera un crash test dummie, y se lo llevaron bajo el puente, a salvo de miradas ajenas, mientras el resto de la chiquillada los seguían a ver qué pasaba. Solo espero que no se les ocurriera refrescarlo con agua del hipercontaminado río, que entonces los eccemas serían un problema peor que la resaca.

Cuando se acabó el espectáculo, miré el reloj: las 18:36 de la tarde. Buena hora para acabar pedo perdido. Si los de urgencias se dan prisa, el chaval podrá estar en casa a la hora de cenar, como los niños buenos. ¡¡Chúpate esta, Ernesto de Hannover!!

PD: Esta entrada se la dedico al Sr. Secretario, quién esta mañana me ha preguntado si todas estas cosas me pasan realmente, o si es que tengo una vida paralela donde sueño estas cosas ;-)