The Soundtrack Engine

Seguro que tienes algo mejor que hacer...

miércoles, 30 de julio de 2014

Cryogenesis

Siempre sucede, indefectiblemente, de abajo arriba. El primer shock llega en los pies. Un brusco descenso en la temperatura corporal localizado en la zona inferior del cuerpo que, curiosamente, enseguida deja de notarse. El cuerpo se pone en modo alerta, eso sí, pero en apenas unos instantes lo aceptas como normal.

Luego empieza a ascender. Primero los tobillos, luego las pantorrillas… entonces ya comienzas a cobrar consciencia de que algo pasa. El cuerpo reacciona, el vello se eriza y la piel se convierte en carne de gallina. En ese momento te das cuenta de que no va a ser inocuo. Es justo cuando te das cuenta de que el proceso no es reversible, cuando el frío llega a las rodillas.

No es cómodo, pero se soporta. El frío continúa ascendiendo por los muslos y notas las primeras contracciones musculares involuntarias. Te envalentonas diciéndote que, bueno, si solo es así, tal vez sobrevivas…

Entonces es cuando llega al vientre. Sabes que acabará llegando, lo sabes desde que el frío comienza a subir, pero no por esperado resulta menos duro. La temperatura desciende en décimas de segundo, el estómago se contrae, y ya no posees control sobre tu cuerpo. Es en ese momento cuando empiezan los temblores.

Con las pupilas dilatadas por el terror (y el frío), intentas balbucear para pedir ayuda, pero el castañeteo de los dientes te lo impide. El cuerpo, agarrotado en una suerte de gélido rigor mortis, detiene prácticamente todas sus funciones menos la de sentir frío, porque lo sientes, subiendo hacia el pecho. Cada centímetro que asciende es un centímetro de dolor. Notas como sube a pesar de que el resto del cuerpo está igual. Y no te has dado cuenta de que has dejado de sentir las piernas.

Entonces, con la inexorable lentitud de un glaciar, el frío sobrepasa las clavículas. Empiezas a ver flashes en los ojos, que tardas apenas un instante en reconocer como tu vida pasando frente a ti. Aceptando tu destino, te sosiegas, permitiendo que una blanca calma inunde tu cuerpo. Tu consciencia empieza a separarse de tu cuerpo físico cuando alguien, finalmente, te grita:

- ¡Soundtrack, métete de una vez ya en la piscina que hay gente esperando!