The Soundtrack Engine

Seguro que tienes algo mejor que hacer...

sábado, 29 de diciembre de 2012

El fantasma de las navidades futuras

El guión es el mismo, aunque cambien la mayoría de los actores. Entro con mi Dama y los chavales a tomar algo a un café; uno de los pequeños lujos que nos permitimos y que sabemos que no nos va a hacer más pobres. Mientras estamos charrando entra por la puerta un (entiendo yo que) inmigrante subsahariano, bolsa a la espalda, que muestra la mercancía que vende a la clientela del bar.

Miro lo que ofrece (relojes, en este caso), y le digo que no, gracias, con una sonrisa. Me obligo a sonreír ligeramente mientras declino su ofrecimiento; pienso que bastante mal lo debe pasar ya ese pobre hombre con ese ‘trabajo’, como para encima tener malas formas. La persona ofrece su mercancía de mesa en mesa, y entonces sucede lo habitual: la gente opta por no hacerle caso, ignorarle, evitarle la mirada… Las ancianas enjoyadas suelen ser las más épicas: incluso se cubren el rostro con la mano, ya no para evitar mirarle, sino para que ni siquiera pueda mirarle a ellas. Eso rozaría el ridículo si no me sentara tan mal… ¿Qué sucede? ¿Les ofende que se les acerque un pobre o algo así?...

Vale, llegados a este punto se me puede decir que vale ya de demagogia, que si tan mal me sabe podría haber comprado yo algo y tal… Bueno, como argumento podría servir, pero ¿por qué detenerse allí? De aceptarlo, también tendría la obligación moral de comprar en comercios que van a pique, comprar en todos los top-manta que me cruzase e invertir en todas las entidades bancarias que vayan a necesitar un rescate por parte del estado. Así que tras esta reducción al absurdo, vemos que el argumento no es válido.

Así que mi pregunta es, ¿por qué? ¿Por qué es mejor hacer como que ignoras al vendedor forzando la pose hasta niveles sonrojantes, cuando un simple ‘no, gracias’ os deja en mejor lugar tanto a ti como a él? Supongo que cada cual encontrará la respuesta que más le encaje, pero pienso en esas ancianas enjoyadas y solo encuentro indignación.

martes, 11 de diciembre de 2012

Hace 25 años...

Me desperté.

El ruido del trueno retumbaba en mi cabeza. Sordo. Lejano. Ajeno. No recuerdo que fuera tan potente como para despertarme, pero ahí estaba, con los ojos abiertos, mirando fíjamente un reloj que me decía que aun faltaba hora y media para levantarme e ir al cole.

Empezaba a pensar que era un sueño, pero vi que mi hermano también estaba despierto, en su cama al lado de la mía. ¿Aun son las seis?. Así que ha sido un trueno -pensé. Al menos no han sido imaginaciones mías.

Y en ese momento noté que mis padres también se habían despertado. Aun son las seis, decían, vuelve a dormir. Vaya, pues el ruido debió ser más fuerte de lo que pensaba, sin embargo no noté algo más potente que un susurro. Igual avecina tormenta, pero a esas horas no se veía si estaba muy nublado. Aun me quedaba un buen rato de delicioso sueño, así que dejé de pensar sobre ello, me acurruqué y volví a cerrar los ojos.

No habían pasado tres minutos cuando escuché las primeras sirenas. Todos las escuchamos. Igual ha pasado algo, dijo uno de mis padres.

Joer. Ya lo creo que había pasado algo. Algo muy gordo.