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domingo, 7 de octubre de 2012

Attack!

El ataque llegó por sorpresa, como siempre. Llevaban un tiempo de relativa calma, pero se había vuelto a producir. Ascendieron lo máximo posible para intentar evitar las primeras descargas, y, como hacían una vez llegada a esa altura, empezaron a dar vueltas por la zona intentando esquivar los proyectiles, ya que no podían alejarse demasiado de la zona de reunión.

Los ataques raramente duraban más de veinte minutos, aunque a veces se lanzaban varios días seguidos, y otras veces solo era un día aislado sin motivo aparente. No sabían qué era lo que decidía si había o no ataque, pero cuando había, la reacción debía ser instantánea.

Siempre disparaban desde abajo, siempre. Había zonas de lanzamiento fijas y otras iban variando de ataque en ataque, pero pensándolo bien, el área desde donde se lanzaban los ataques era prácticamente la misma. Lo más cómodo habría sido desplazarse a otro lugar, pero las órdenes eran claras: no podían moverse de la zona.

Desde arriba veían los proyectiles ascendiendo hacia su posición, sin apuntar a ningún sitio en concreto, solo hacia arriba. Entonces detonaban y más valía no estar cerca de la onda expansiva. La mayoría de las veces cada estela finalizaba en una sola explosión, aunque de vez en cuando aparecían cargas con sorpresa. Las llamaban “flores”. Cuando una de esas flores estallaba, además liberaba otro puñado de cargas más pequeñas que estallaban segundos después, alcanzando a cualquier incauto que no se hubiera dado cuenta. Por suerte, su capacidad de reacción en vuelo era mucho más veloz que la de esos proyectiles. Podían ver claramente la ruta que ascendía desde el suelo, y podía evitar esa vertical. Pero claro, ellos compensaban la lentitud de sus proyectiles con la cantidad. Empezaban descargando de uno en uno, como para asustar, incrementando la frecuencia hasta que el cielo parecía mantenerse en el aire gracias a una miríada de luminosas columnas.

Destellos de diferentes colores acompañaban el estruendo de las detonaciones, proyectando sombras deformes en las nubes y humo que envolvían la zona de riesgo. Tampoco podían contraatacar, era demasiado arriesgado. Solo podían volar rápido, esquivar hábilmente, y confiar en que termine pronto.

Y pronto terminó. Tres inmensas detonaciones iluminaron la oscura noche con todos los colores del arco iris. Chispas y restos de proyectiles caían como lluvia incandescente entre el grupo, y cuando la última chispa se consumió, la oscuridad cayó de golpe ante sus ojos. Planearon dando vueltas durante unos segundos más hasta que su vista se acostumbró a este contraste.

Todo había terminado, otra vez. Volvió el silencio y una tímida fracción de luna alumbraba lo suficiente para poder regresar abajo. Mientras descendían en espiral, el líder pidió a gritos un parte de bajas. Habían tenido suerte, regresaban todos. Bueno, había alguna zona de cola chamuscada y un par de alas con daños leves, pero nada irreparable. Hoy la fortuna les había sonreído, pero, ¿por cuánto tiempo?

El furioso ruido de los murmullos volvió a aparecer mientras las palomas iban tomando tierra. Y todas las quejas se podían resumir en una sola:
Malditos fuegos artificiales.