Civilización
Estaba volviendo del trabajo. El autobús seguía su ruta habitual y se encontraba en la deceleración previa a la parada en la que bajo. El MP3, convenientemente adquirido antes de la aplicación de las nuevas tarifas del cánon digital, me entretenía durante el trayecto. Los últimos acordes de Starship Troopers, de Basil Poleoduris, dieron paso a la partitura compuesta por Danny Elfman para su Charlie y la Fábrica de Chocolate. Antes el autobús me dejaba cerca de casa, pero con el nuevo trayecto tengo que andar unos 10 minutos. No me molesta demasiado, porque aunque he salido perjudicado, ha habido mucha mas gente beneficiada por el cambio. Como diría Spock, el bien de la mayoría prevalece sobre el de la minoría, o el de uno solo.
Al bajar enfilo el camino de siempre. Paseo por la acera y, apenas he dado una docena de pasos, lo veo. Está tumbado, boca arriba, medio cuerpo en la acera y la otra mitad (las piernas) entre dos coches aparcados. No se mueve.
Al acercarme, me da la impresión de que no está probando una extraña forma de siesta hardcore. Realmente parece que no está bien. No va mal vestido, pero me llama la atención que su cinturón esté desabrochado. Me aproximo a ver si respira, cosa que me tranquiliza momentáneamente. Sin saber muy bien qué hacer, me agacho y le pregunto un mas bien poco original "Oiga, ¿se encuentra bien?". Por respuesta, se abren unos ojos amarillentos que recorren su campo de visión una sola vez; se vuelven a cerrar.
Bueno, estas son las situaciones en las que te apetece la cercanía de un profesional. Casualidades de la vida: mi parada de autobús, y por extensión el lugar donde yacía esta persona, están en una acera de un centro de salud. Parece un Deux Ex machina.
Así que me meto por la primera puerta abierta que veo y busco a alguien. Nada. Vacío. Ni en la mesa de recepción, ni en los pasillos (¿no hay listas de espera?) ni en las habitaciones. Nada.
Sin embargo, oigo voces al lado de una puerta. Tras unos minutos haciendo ruido y gritando cosas tan vergonzantes como "¿Holaaaaa?" "¿Hay alguieeeen?". Como nadie respondía, se me ocurre llamar puerta por puerta hasta dar con la que se oían esas voces.
Sale una enfermera que me intenta explicar que esa entrada ya no funciona, que debo ir por otra, pero la detengo explicándole lo que tiene justo al otro lado de esta pared. Se da cuenta que no voy de broma y corre a buscar un médico, dejándome solo, esperando a ver que pasa (y con la comida esperando!)...
Bueno, pues bien hecho, ¿no, Soundtrack?, es decir, has actuado medianamente bien. ¿Por qué te indignas?....
Pues por esto: mientras estaba con esa persona comprobando su estado aparente a ver qué pasaba, bastantes transeuntes se apartaron educados, para no molestar mis inquietudes con sus paseos. Ni uno solo se paró a preguntar, a mirar, a decir "¿y si llamamos a urgencias?". Nadie, joer.
Y eso que apenas a tres calles de allí, este fin de semana apuñalaron mortalmente a otra persona; eso en una ciudad en las que estos sucesos todavía son algo aislado y sorprendente. Y entonces los medios alabaron la masiva participación vecinal para intentar salvar al finado. Y ahora me encuentro con esto. ¿Cómo es posible, entre gente civilizada, leñe?.
Por cierto, ¿os he dicho que esta persona era un inmigrante africano?. Igual aquí está la respuesta...
En fin, al cabo de unos 10 minutos, vuelve la enfermera para avisarme que otro imbecil (como yó, está visto), ha avisado por la otra puerta y ya lo habían recogido y entrado a urgencias, y estaba siendo revisado por los médicos.
Pues eso. Solo dos personas con cierto sentido del deber cívico. Y eso contando desde el momento en que lo ví. A saber cuanto tiempo llevaría ahí tirado. Y no voy cayéndome del guindo, no me extraña que la gente pase de un problema que no es suyo y "a saber qué habrá hecho ese...", pero joer, a mí me la suda si esa persona tenía un ataque, si iba de sobredosis, si tenía apendicitis o si acababa de descubrir que el Don Simón no se filtra tan facilmente como decía su cuñada. Había una persona tirada en el suelo y nadie hizo mención de ayudar, o sencillamente de ver qué pasaba para luego reirse si no era nada.
En fin, esta entrada no es para ponerme una medalla, sino porque ha sido una de las pocas veces en que noto que la rabia me sube por conductos que ni sospechaba que tenía. Hala, ya me he desahogado un poco.
A pasar buen carnaval.