Viaje con nosotros (III)
Una vez en tierra, con precisión alemana llegamos a la zona de recogida de equipajes y tras las llamadas familiares de rigor (si, he llegado bien; no, no nos han secuestrado; no, tampoco me he fugado con la azafata...) me dirijí a recoger el coche que tenía reservado para el segundo gran trayecto del día (por tierra). El caballero que me atendía tras su gran mostacho tenía el semblante de aquel funcionario que le molestan para trabajar en mitad de una gran conversación sobre futbol en medio de su descanso (disculpas a los funcionarios). Me comenzó a explicar someramente los papeles a rellenar y los documentos a entregar, cuando de repente me (nos) empezaron a interrumpir llamadas telefónicas con un único destinatario: Yo. Llamadas del trabajo para ver que tal iba, para confirmar datos del hotel, llamadas del cliente de Barcelona para preguntar cómo iba a llegar a mi destino desde el hotel (cuando le dije que yo tenía coche alquilado, avispadamente contesta que el ya irá en taxi, pero que vuelve conmigo), llamadas del trabajo otra vez ya que antes se ha cortado... en fin. Mientras tanto, veía cómo tras el mostrador, el Alquilador se tornaba nervioso. Me recordé a mi mismo que no es buena idea acabar con la paciencia del pueblo que antaño popularizó las duchas de gas, y cuando en su mirada ví que estaba a punto de mandarme al Goatse (bendita comunicación no verbal), decidí cortar con un "os llamo luego" y no molestar al Maestro de las Llaves, que soy muy poca cosa...
Al fin, tras finiquitar el papeleo, llegó el momento de recoger las llaves y largarme en pos de la aventura. Estaba en el país del Coche del Pueblo (VolksWagen), el Audi y el BMW (antes he puesto Volvo pero no es alemán, danke JJ)... ¿con qué máquina atravesaría las autopistas del Reich?. ¿En qué alucinante bólido despeinaría mi tupé?, ¿Cual sería la mirada de las gentes con las queeee... ehhh, ups. Claro. Otro Fiat. Por supuesto.
Y encima no era otro fiat, era exactamente el mismo (en otro color y algo mas modelno), pero en esencia lo mismo. Amablemente, Herr Mostachen me dijo que con un breve suplemento podía coger un vehículo de categoría superior, pero tras pensar en lo escocido que tenía el bolsillo, y con la posibilidad de tener que pagar esto tambien, me bastaba con un 600. Así que agradecí el gesto y me quedé el Fiat. ¿Sabe usted donde está el parking? Por supuesto que no -le dije- ¿acaso tengo cara de yuppie trotamundos?. Pues es muy sencillo, salga de aquí por esa puerta, gire hasta cruzar el McDonalds (y es que el lenguaje del futuro no será el inglés ni las matemáticas: serán los McDonalds), y baje las escaleras; no tiene pérdida. Y el joío tenía razón, no tiene pérdida. Eso no quiere decir que sea fácil llegar, pero si te pierdes no quieres reconocerlo para no parecer imbécil y además guiri :-)
Cuando llegué al aparcamiento del Fiat (los italianos me van a coger manía, ya verás..), me pasó otro momento Chanante de esos tan divertidos de contar sobre otra persona... Como humilde obrero que soy, mi coche abre las puertas con su llave, no con el botoncico ese que ilumina los intermitentes. Así que tras estudiar el llavero y apretar el botón correspondiente, se ilumina todo el oscuro parking mientras el clásico 'twit twiit' expande su eco hacia el abismo. Y me voy a meter al coche y, ¿lo adivinais? no se abre. Como no entiendo mucho, me figuré que habría abierto el maletero, y volví a probar. De nuevo luces y sonidos, pero no se abría. Curiosamente, el maletero tampoco.
Así probé tres o cuatro veces, rodeando el coche, asegurandome de pulsar el botón correcto, intentando abrir y volver a empezar. Así un rato, cuando un breve destello me hizo sonrojarme de forma que mi rostro se perfilaba en la oscuridad.
El coche que estaba abriendo con mi llavero, era el de al lado...
Tras el primer momento de shock (¿cómo puedo ser tan gilip...?), y tras asegurarme que no había cerca ninguna cámara de seguridad que hubiera grabado semejante vídeo de primera, abrí las puertas del coche (ésta vez si) y me metí dentro. Supongo que la oscuridad del recinto y lo brillante de la carrocería, reflejaba las luces del coche de al lado, haciendo que parecieran como suyas; sin importar el motivo, maniobré lo suficiente para encarrilar la salida del citado humillatorio, lo suficientemente despacio para esquivar por los pelos un peazo bólido que entró incorrectamente por la salida (en serio!!!, allí pueden ser tan domingueros como aquí!!!) sin preocuparse de a quién se llevaba por delante. Claro que con las gafas de sol y pinta de pastillero que había bajo el parabrisas, dudo que supiera exactamente donde estaba, pero en fin, eso ahora no importa.
Y bueno, conseguí salir sin complicaciones y enfilar la carretera direción Munich, que me llevaría a mi destino. Estaba lloviendo y conducía en tierra extraña, pero me sentía bien. Era toda una experiencia, si a la vuelta pudiera contarla. La salida del aeropuerto me llevó a una autopista de cuatro o cinco carriles absolutamente abarrotada, pero no lenta en absoluto. La fluidez de semejante masa de vehículos contrastaba con las operaciones Salida de este nuestro hogar. Que cosas, y sin guardia civil ni nada...
Bueno, no quiero extenderme tanto como otras veces, así que continuaré mas adelante. Buenas noches, y buena suerte...